Una buena estrategia de comunicación siempre tiene en cuenta que el proceso de la comunicación debe partir del receptor, ya que los mensajes y contenidos sólo captarán su atención si son útiles y relevantes para la persona o personas a las que te diriges. Si conoces qué le atrae y qué le mueve podrás entablar una conversación de interés para ambos.
A pesar de que esta es una cuestión de Perogrullo, curiosamente en comunicación se sigue hablando de lo que le incumbe a una empresa u organización -sus resultados, las acciones que llevan a cabo, etc.- en lugar de difundir mensajes segmentados y que puedan ser de interés para cada una de las audiencias, grupos de interés o potenciales clientes.
En publicidad, la programática marca el camino en ese aspecto, ya que permite encontrar grupos de usuarios en función de sus intereses e incluso de su grado de vinculación con una marca. Es decir, pone el foco en servir publicidad relevante para cada usuario en lugar de machacar de forma indiscriminada con anuncios que a la mayor parte de los que impacte no les aporte nada. El resultado, obviamente, es mucho mejor y el coste más reducido porque inviertes el presupuesto en personas que pueden tener un mayor interés hacia tu marca.
En este sentido, la comunicación corporativa también debe avanzar hacia lo que hemos llamado en Making Known la ‘comunicación inteligente’, que es aquella que aprovecha las oportunidades que ofrece la tecnología para conocer a tus audiencias, construir un ecosistema de contenidos relevantes para ellos y distribuirlos de forma segmentada. Con ello se multiplica la efectividad y se mejoran de forma exponencial los resultados.
Comunicar, hoy más que nunca, es innovar, porque todo cambia y no podemos seguir haciendo lo mismo.